Jamás leí a Onetti

Jamás leí a Onetti, un documental de Pablo Dotta

Cada cierto tiempo me gusta compartir con ustedes algún vídeo de los muchos que me voy encontrando por ahí, y hoy, como últimamente el trajín y las obligaciones de la vida cotidiana me impiden escribir algo de calidad, he decidido recomendarles Jamás leí a Onetti, un documental de Pablo Dotta que retrata de una manera muy efectiva al existencialista más importante de las letras hispánicas; el autor de novelas como Los adioses y El astillero, y el escritor que vivía tirado en la cama porque la vida tenía muy poco que ofrecerle. Les aseguro que, después de comenzar la reproducción, no podrán apartar la vista de la pantalla, sometidos al poder de la curiosidad que diferencia a un ser humano de un robot.


Por último, si les ha gustado mi humilde aportación, sólo quería pedirles que me echaran un cable compartiéndola en las redes sociales con los botones de más abajo para que sus amigos puedan disfrutarla también y, ya de paso, matemos dos pájaros de un tiro contribuyendo en la difusión de esta bitácora. Muchísimas gracias a todos.

Microentrevistas: Jordi Pérez Colomé


Jordi Pérez Colomé (Barcelona, 1976) es periodista, pero no uno de aquéllos que se quedan de brazos cruzados delante del ordenador de la redacción. Abrió una bitácora en 2009; unos meses después, el medio donde trabajaba desapareció, se compró un dominio y continuó su actividad. A día de hoy, Obamaworld es uno de los referentes en política internacional, y se financia con las aportaciones de sus lectores. Con él hablamos hoy, en la primera entrada de la sección de microentrevistas, para intentar esclarecer el futuro de una profesión cada día más incierta.

-¿Por qué decidiste seguir con el blog?

-Porque tenía tiempo y creí que había tipos de información internacional que los medios no daban. 

-Con la aparición de Internet, el periodismo parece atravesar una fase de descentralización: la presencia del empleado en el local del periódico que lo contrata ha perdido importancia, y comienzan a abundar los freelance. ¿Cuáles serían los pros y los contras de este cambio?

-El gran pro es la independencia para escoger temas y seguir hilos. El gran contra es la menor seguridad laboral.

-Personajes como Truman Capote y Gay Talese revolucionaron la forma de hacer reportajes, pero parece que la capacidad de innovación ha desaparecido de los medios tradicionales sin dejar rastro. ¿Por qué?

-No ha desaparecido del todo. Depende del país. Los lugares donde hay más competencia y los medios tienen más recursos hacen innovaciones espectaculares.

-¿Y qué crees que diferencia a los medios españoles, caracterizados por su inestabilidad, de otros más sólidos como los estadounidenses?

-Los recursos. En Estados Unidos están acostumbrados a trabajar con más mercado, más dinero y en un ambiente más libre, con una tradición más potente de independencia empresarial.

-¿Cuál es el futuro del periodismo?

-Eso me pregunto yo cada día. De momento, es hacer hoy el mejor periodismo posible. Lo que llegue, ya llegará.

-Por último, ¿qué consejos darías a quien desee algún día llegar a ser periodista?

-Debes tener mucha curiosidad. Si cuando oyes gritos en la calle no vas corriendo a ver qué pasa, déjalo.

El discurso de Wilson Ferreira

Wilson Ferreira: discurso en el senado el 26 de junio de 1973.

La noche del 26 de junio de 1973, Wilson Ferreira Aldunate, tras un acto público, entró al Senado de la República uruguayo. Dos años antes había sido derrotado en unas elecciones más que dudosas. Nixon diría después que "los brasileños ayudaron a manipular las elecciones uruguayas", pero eso es otra historia.

Todos los presentes en la cámara intuían que aquella sería la última sesión en mucho tiempo. Pronto, el presidente Bordaberry, aliado con los militares, fraguaría un golpe de estado. Aunque nadie quisiera creerlo. "Pero es que había casi la imposibilidad de creer que una cosa así nos podía pasar. Y allí había puesta una gran dosis de vanidad, de orgullo nacional. Nosotros nos creíamos inmunes. Creíamos que éramos distintos y mejores. Mirábamos a los argentinos y brasileños por arriba del hombro por sus caídas y recaídas en las dictaduras".

Los discursos de despedida y las frases acusatorias no tardaron en aparecer. De Amílcar Vasconcellos, al que hubo que calmar mientras decía que se iba a defender hasta las últimas consecuencias, fue el siguiente discurso:

Hay triunfadores efímeros que las hojas del viento desparraman y se olvidan hasta del odio de los pueblos. Ellos se sentirán vencedores y muchos serviles y miserables se acercarán para decorar una situación momentánea, pero ya sentirán también el látigo de la historia sobre sus hombros y el de sus hijos como una mancha indeleble por la inmensa traición que están cometiendo contra el Uruguay. Y de esto, señor presidente, no los salvará absolutamente nadie. Contra esto, nadie puede defenderse.

En el filo del cambio de día, Wilson, gesticulando, moviendo la cabeza, quitándose las gafas y volviéndoselas a poner en un gesto de disimulada angustia, separando las palabras con los silencios propios de quien disfruta pronunciándolas, dijo lo siguiente:

Señor Presidente: a lo largo de todo el día de hoy, circularon persistentes rumores que luego terminaron transformándose casi en noticia, según los cuales estaría a punto de culminar -si es que no ha culminado ya- un triste proceso que finalizaría con la violación, por parte de Juan María Bordaberry, de sus juramentos constitucionales y un asalto a las instituciones y a las libertades públicas.
Si eso llegara a confirmarse, como mucho tememos que ocurra, habría que decir -como es corriente en estos casos- que a Bordaberry y a sus cómplices los juzgará la historia. Y esto es verdad. Pero debe agregarse que antes, éste, nuestro pueblo oriental de hoy, va a exigir responsabilidad y hacerla efectiva contra los responsables del atentado y sus cómplices.
Si ello llegara a confirmarse, señor Presidente, nuestro Partido Nacional se considerará en guerra contra el señor Juan María Bordaberry, enemigo de su pueblo. Los señores senadores me permitirán que yo, a pesar de que la hora exige emprender la restauración republicana como una gran empresa nacional, haga una invocación que me resulta ineludible, a la emoción más intensa que dentro de nuestra alma alienta, y perdonarán que antes de retirarme de la sala, arroje al rostro de los autores de este atentado el nombre de su más radical e irreconciliable enemigo, que será, no tengan la menor duda, el vengador de la República: el Partido Nacional.
¡Viva el Partido Nacional!


He visto este vídeo mil veces. "¡Viva!", respondieron todos los que estaban detrás suyo.  Alguien se dejó la garganta repitiendo un único grito: "¡Bien, Wilson! ¡Bien, Wilson!". En medio de los aplausos, un joven que no soy capaz de identificar lo abrazó como si no lo pudiera soltar. Pero Ferreira debía irse rápido: él y sus allegados sabían que existía una orden de captura esperándolo en algún despacho.

Rodeado, en medio de esa ruidosa masa humana, sintió que alguien lo tomaba del brazo. Vio una mano, y luego la manga de un uniforme policial. Sin pensárselo dos veces, buscó en el bolsillo la pistola que llevaba para defenderse. Cuando la sacó, el policía le dijo: "¿Tiene dónde ir, senador?, porque mi casa es muy humilde, pero allí a nadie se le va a ocurrir ir a buscarlo".

Lo acompañó hasta la calle. Allí se toparon con centenares de personas que lo esperaban para animarlo. Un joven le dijo: "Senador, no salga en su auto, lo van a detener". El senador obedeció y se montó junto a su esposa en un coche que no era el suyo. Su hijo, subido al automóvil de su padre, se encargó de que la gente gritara como si él estuviera dentro para despistar a los militares que, seguramente, los seguían.

Portada del diario El País de Montevideo del 27 de junio de 1973

Cuatro días después, Wilson y su mujer escaparon en una avioneta hacia Argentina. Allí, apretándole la cabeza contra el suelo para que no se levantara y evitar ser vistos por nadie, camino de un exilio de once años, le gritó: "¡No me podrás decir que te he dado una vida aburrida!".

¿Por qué se celebra el Primero de Mayo?

Una bomba estalla en la manifestación de la plaza Haymarket

¿Por qué se celebra el Primero de Mayo? Respondiendo concisamente, por conmemorarse la efeméride de una huelga en Chicago que dio lugar a unas cuantas condenas a muerte.

En el año 1886, llenaban las fábricas estadounidenses proletarios que podían llegar a tener jornadas de dieciocho horas diarias. Los niños y las mujeres trabajaban lo mismo, aunque cobraran menos. Seis años antes, en 1880, se legalizaron los sindicatos y se reconoció el derecho de reunión y asociación de los grupos obreros, lo que incrementó su popularidad. En este contexto, el 1 de mayo vio nacer una huelga que paralizó más de 12.000 fábricas en todo el país. El día 3, 80.000 huelguistas se manifestaban sólo en Chicago, y el diario Arbeiter Zeitung publicaba:

La sangre se ha vertido. Ocurrió lo que tenía que ocurrir. La milicia no ha estado entrenándose en vano. A lo largo de la historia el origen de la propiedad privada ha sido la violencia. La guerra de clases ha llegado.... En la pobre choza, mujeres y niños cubiertos de retazos lloran por marido y padre. En el palacio hacen brindis, con copas llenas de vino costoso, por la felicidad de los bandidos sangrientos del orden público. Séquense las lágrimas, pobres y condenados: anímense esclavos y tumben el sistema de latrocinio.

El 4 de mayo, según se había planeado, se dieron reuniones nocturnas en distintos puntos de la ciudad. Una de ellas, en la plaza Haymarket, reunió a 3000 hombres. Pero comenzó a llover, y la manifestación se disolvió. Cuando sólo quedaban unas doscientas personas, un destacamento de 180 policías armados ordenó dispersarse, y una bomba explotó cerca de allí. Haymarket se convirtió en un terreno de combate, y las farmacias del barrio se convirtieron en improvisados hospitales donde se apiñaron los heridos; murieron siete agentes, la mayoría por balas de sus propios compañeros.

El gobierno declaró la ley marcial, y manifestantes de todos los estados fueron asesinados por incumplirla. Poco después, se detuvo a ocho anarquistas de una asociación llamada IWPA. Su juicio, totalmente manipulado, se convirtió en un linchamiento. El fiscal Grinnel aseguró: "La ley está en juicio. La anarquía está en juicio. El gran jurado ha escogido y acusado a estos hombres porque fueron los líderes. No son más culpables que los miles que los siguieron. Señores del jurado, condenen a estos hombres, denles un castigo ejemplar, ahórquenlos y salven nuestras instituciones, nuestra sociedad". Siete de ellos fueron condenados a muerte aunque, gracias a los actos de protesta en todo el mundo, dos fueron indultados justo antes de la ejecución. Otro, Louis Lingg, se suicidó en su celda. El "viernes negro" del 11 de noviembre de 1887, los cuatro restantes fueron ahorcados después de entonar La Marsellesa Anarquista. José Martí, corresponsal argentino del periódico La nación, relató:

Salen de sus celdas. Se dan la mano, sonríen. Les leen la sentencia, les sujetan las manos por la espalda con esposas, les ciñen los brazos al cuerpo con una faja de cuero y les ponen una mortaja blanca como la túnica de los catecúmenos cristianos. Abajo está la concurrencia, sentada en hilera de sillas delante del cadalso como en un teatro... Firmeza en el rostro de Fischer, plegaria en el de Spies, orgullo en el del Parsons, Engel hace un chiste a propósito de su capucha, Spies grita: "la voz que vais a sofocar será más poderosa en el futuro que cuantas palabras pudiera yo decir ahora». Les bajan las capuchas, luego una seña, un ruido, la trampa cede, los cuatro cuerpos caen y se balancean en una danza espantable.

Trece años después, en 1890, fue proclamado el Día Internacional de los Trabajadores, aquél que hoy nos brinda veinticuatro horas de descanso en nuestras tareas.